Titulo de Bienvenida...

Trabajando en donde solo se duerme cuando se deja de respirar..

martes, 19 de julio de 2016

El dia que la Princesa viajó a París (sin carruaje)

La princesa se levantó temprano ese día. El insomnio solo la había dejado dormir dos horas o menos, eso mientras el duende que la cuida (y escribe sus crónicas) solo durmió una hora. Entre berrinches silenciosos y maldiciones mentales al despertador, se despegó de su cálido lecho que la saludó con un rechinar odiado. El viaje, lejos de ser placentero, era un compromiso de negocios puntual; un desayuno ligero y emprendió su camino a La Terminal Terrestre, llevando consigo un bolso sin fondo, un portafolios, la elegancia que la caracteriza y a su inseparable acompañante de vida (su cronista secreto). Cada viaje junto a ella es una aventura más, una cicatriz en el tiempo, un recuerdo interesante.

Vinces nos esperaba. El carruaje de la princesa era una Rutas Vinceñas; muy lejos del lujo, al.menos tenía aire acondicionado. En su mente ordenaba los argumentos que presentaría en "Paris chiquito", el arte de convencer es un don del que su acompañante carecía.

Y llegamos finalmente a tierra firme. Con la mente derretida luego de tanta bachata, se presentó antes sus pies un pueblo bonito de nombre, pero estresante sucio y caótico (al menos lo que conoció), con monumentos interesantes y una réplica de la afamada Torre Eiffel. La princesa no le importaba, iba a lo que iba; y el turismo no estaba en su itinerario. Mientras tanto su escudero fiel siempre a su lado, con la música en sus oídos y con pose de guardaespaldas.

Se pesentó frente a un séquito de conductores, jefes y demás autoridades. Seria, altiva, con la frente en alto y el espíritu dominador de masas propio del mismo Fhüler. Solo le faltaba extender su mano derecha y yo seguro me levantaba gritando "Hail Hitler". Dos horas y su escudero se desvanecía mientras ella seguía envuelta en su discurso, logrando convencer a su audiencia. La sesión terminó y entre aplausos se despidieron muy afectuosamente de ella y yo por mi parte fuí el tipo más odiado de la sala (por mi suerte).

Un leve paseo de la princesa por ese terreno hostil en la que cada peatón la desnudaba en su mente (y a su acompañante lo masacraban inmisericordemente). Una réplica de la Torre Eiffel, un malecón en ruinas y un Cristo del Corcovado en construcciòn. Para ella todo era un paseo nuevo, para él un recuerdo traumático más, pero valía la pena soportarlo por verla sonreir.

De ahí el camino de vuelta en la misma flota que nos llevó. Un tropel de estudiantes de colegio en toda su etapa de celo. Algo digno del Planet Animal. Con mi estómago al revés, tecnocumbia de fondo y los chicos revoloteando; lo único bueno era ver a la Princesa dormida a mi lado. Eso amortiguó el largo regreso a su palacio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario