Titulo de Bienvenida...

Trabajando en donde solo se duerme cuando se deja de respirar..

lunes, 8 de agosto de 2016

Un despertar doloroso

El tipo estaba en su habitat con sus alucinaciones constantes, eran parte de su dia a dia. El dolor que su mente siempre le regalaba sólo era aplacado por analgésicos opiáceos y morfinoides. El coctel cada vez se hacía más denso pero también inefectivo; sin embargo el mandil era su escapatoria.
Se alistaba en la sala de urgencias y el salvar vidas era su droga favorita. Todo transcurría normal, pero ese día fue diferente.
Mientras se hallaba frente al habitual pase de visita matutino, se activó algo en su cerebro; y comenzó a convulsionar de repente, cayendo pesadamente al suelo y bajando los breques del encéfalo. Se sumergió en un profundo sueño mientras por fuera, el status epiléptico se hallaba en todo su apogeo.
Lo que pasó después (le contaron) fue que le pusieron tantas dosis de diazepam como para que Dumbo deje de temblar, sin éxito; y por ende fue sedado, relajado e intubado, entre una cascada de sangre que brotaba de su lengua destrozada. Al menos hasta ese momento la sedación profunda había cumplido el efecto de parar el terromoto.
Luego, se manera súbita el monitor marcó (algo que asumimos que fue) parada cardiaca (posiblemente por bradicardia extrema). Y según le dijeron fue reanimado hasta eléctricamente. Para su suerte estuvo en las manos correctas por alguna providencia desconocida, o simplemente fortuna. Lo cierto es que el despertar (o lo que recuerda de eso) fue un renacimiento traumático. Se sentía con sentimentos encontrados de vergüenza, fastidio y desorientación. Sabía que era médico pero no entendía su puesto de paciente bañado en sangre seca.
Se autoextubó y se arrancó las vias periféricas. No, misteriosamente no tenía vía central. Se levantó combativo y tambaleándose de su camilla, hasta que alguien lo tomó y lo llevó a su sitio. El resto es otra historia con un final feliz, aunque lo sorprendente es que el protagonista de la tragedia me lo cuente tan naturalmente mientras esperamos unas hamburguesas. Me doy cuenta (de nuevo) que la vida es una caja de sorpresas y que todos no estamos preparados para recibirlas. 

Recuerdo que cuando desperté de mis convulsiones solo ví un doctor asustado, la monja rectora y un profesor halándome el dedo medio (o del corazón como le dicen) porque según la creencia popular, es el éxito para cesar las convulsiones. No pude mover mis piernas ni hablar por un par de horas, pero al menos no estaba intubado. Un despertar no tan doloroso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario